Información de Teatro Inactual y artes residuales

domingo, 28 de julio de 2013

Dramatis personae (XII)


Edvard Munch. El itinerario del sonámbulo

Ante la pintura de Munch más que emoción sentimos un escalofrío. Por su trazo sinuoso asistimos al desgarro, al abatimiento de un destino: el del hombre perdido en sí mismo. Nos hace así, testigos de su propio dolor, convirtiendo por tanto, su arte en sacrificio.

Su mirada hacia dentro, honda, enquistada, hace que no sean personas sino almas las que se asoman a  sus cuadros. Creando una unidad trágica desde sus primeras obras.  Como en los grandes, su estilo no es fruto de una búsqueda estética, sino de un encuentro fatal.  El de la belleza con la muerte.


Sus pinturas cruzan el inquietante puente que va del expresionismo al simbolismo. Enigmáticas y obsesivas, de colores densos, en violenta pugna entre ellos. Fascina la energía y el instinto de su pincel, los abismos que recorre. La mujer como ausencia, la soledad del hombre, que autorretrata constantemente, ese silencio eterno que propaga El Grito. La angustia de vivir, de saberse muerto bajo un cielo deshabitado.

EC





sábado, 20 de julio de 2013

Espacios escénicos (II)

Martín Ramírez. La perspectiva desde el túnel

No es un precursor ni un predecesor: es un símbolo. Mientras vivió fue un perfecto desconocido y sólo fue descubierto diez años después de su muerte, en 1970. Ramírez nació en 1885, en Jalisco. No se sabe en qué lugar,probablemente en un pueblo pequeño. Trabajó tal vez en el campo y más tarde en una lavandería; al despuntar el siglo, en plena Revolución de México, medio muerto de hambre, emigró a los Estados Unidos. Como tantos de sus compatriotas fue peón caminero en los ferrocarriles; dejó el trabajo porque empezó a sufrir ofuscaciones y alucinaciones. Aunque es difícil reconstruir sus idas y venidas, se sabe que hacia 1915 dejó de hablar, que vagó varios años sin dirección fija, a ratos trabajando y otros viviendo de la caridad pública, hasta que, en 1930, las autoridades de Los Ángeles lo recogieron en Pershing Square, un lugar de refugio de vagabundos y mendigos. El diagnóstico de los médicos fue sin esperanza: paranoico esquizofrénico incurable. Lo internaron en una institución estatal, el hospital Dewirt, en donde vivió treinta años, hasta su muerte, en I960. 

Ramírez nunca recobró el habla pero hacia 1945 comenzó a dibujar y a colorear con lápiz sus composiciones. Decisión que es la cifra de su situación y la clave de su personalidad artística: renunció a la palabra pero no a expresarse. Dibujaba a espaldas de las autoridades pues los guardianes, para conservar limpias las salas, destruían las obras de los pacientes. Unos pocos años antes de su muerte tuvo la fortuna de ser descubierto por un psiquiatra que se convirtió en su ángel custodio, el doctor Tarmo Pasto. Un día en que el profesor, acompañado de sus discípulos de la Universidad de Sacramento, visitaba el hospital, se le acercó Ramírez y le entregó un rollo de dibujos que llevaba escondido debajo de la camisa.

(Octavio Paz. Los privilegios de la vista I. Arte e identidad: los hispanos de los Estados Unidos.)





Yo araba, salía el sol y araba, se iba el sol y araba a tientas, había días en que ni el sol salía de tanto tener los ojos metidos en la tierra. Un gusano parecía uno. Un gusano de su propia hambre. Royendo su propia vida, escarbando una galería hacia su muerte. La tierra no daba para llenar la barriga, el sol picaba en la espalda encorvada, como pica la sarna, y los piojos, y las pulgas y chinches, y las ladillas, todos los bichos que uno coge en el túnel por el que se llega aquí.

Trabajé en el ferrocarril para poder mandar dinero, trabajé hasta que me echaron, porque ya no había trabajo para los extranjeros, porque a los blancos también se les acaba la comida y venían a escarbar el túnel. De allí, fui más al norte, más hondo, a las mismísimas entrañas de la tierra, fui minero, yo me notaba ya raro en aquel hoyo, como si estuviera escarbando mi tumba con las uñas, me pasaba las noches rascándome aquella llaga que era mi vida con el retrato que me habían enviado de mi hijo.

Sí, todo este es un lugar donde viven los muertos. Tenemos esta fosa donde olvidarnos de la vida. Nadie nos trae flores, ni nos reza, ni nos enciende velas, porque ya no somos muertos recientes, nos vamos pudriendo en la memoria de los otros, cada vez más polvo, cada vez más nada.

Un puente sobre los precipicios, y un tren que lo atraviesa, cruza los túneles  deja atrás la oscuridad y sale a la luz… si me consiguiera betún de los zapatos para pintar eso…


EC.  Fragmentos de  La perspectiva dentro del túnel


domingo, 7 de julio de 2013

Nuestro teatro moderno (III)



Pienso que es imposible asistir a un espectáculo teatral, íntegramente. Casi siempre llegamos tarde; pero, además, algo de nosotros se queda siempre fuera. Al sentamos en una butaca en cualquier teatro, apenas se acomodan allí tres cuartas partes de nosotros mismos; el resto divaga por el vestíbulo, esperándonos; se queda en él para reanudar a la salida nuestra vida particular, nuestra vida íntima, personal, suspendida al inicial el pasillo del patio de butacas. 

El peligro es evidente. Un autor puede ser fascinado por ese público en el que cada individuo va dejando las tres cuartas partes de sí mismo, en ese taller donde tan mal se forja el hombre social, mezcla de inhibición, de docilidad, de cautela ... Puede ser fascinado y engullido, como la mosca en la tela; pero al propio tiempo, ¿ no está obligado a producir el fenómeno escénico para esas tres cuartas partes, raras veces para el fragmento que suele quedarse en el vestíbulo? 

Benjamin Jarnés. Fauna Contemporánea (Espasa-Calpe 1933)

martes, 2 de julio de 2013

Alberto Ycaza In Memoriam



"Pero las modas pasan de moda y es el Arte el que vence al espacio y el tiempo”
Alberto Ycaza. Imágenes de la memoria


El espejo llegó en una vieja embarcación española, atravesó umbrosas selvas, caudalosos remansos, la espesura de los sueños. Cruzó las empedradas calles de una ciudad colonial que se erigía en el horizonte,  hasta que fue colgado   presidiendo el sombrío salón del palacete.  Unas décadas  después, tras la muerte de sus dueños todo quedó clausurado. Solo los fantasmas de  otra época asomaban a él su rostro, como si lo hiciesen al fondo de un pozo. 

Pasados los siglos el nicaragüense Alberto Ycaza (León 1945-San José 2002),  abrió las ventanas de aquella estancia ruinosa. La luz del trópico volvió a sacar destellos del bruñido marco, inundó de fulgores vivos el rancio barroco que lo encuadraba. Solo esta alma aristócrata,  supo sumergirse de nuevo en la travesía onírica entre dos mundos, contemplar el fondo de ese espejo olvidado,  abismarse hasta donde brotan sus imágenes.

Descubrió allí  los símbolos  atesorados por el tiempo, la orfebrería del pensamiento tras el cortinajes de los siglos, y los tomó como botín.  No las piezas de museo, sino el espíritu vivo de la pintura. Las trajo con sus pinceles hasta nuestro presente eterno. Arraigo y tradición  a la que supo dar originales matices propios. En los dorados bizantinos volaba el Quetzal, como una alegoría del Nuevo Mundo.  En las brumas renacentistas se abigarraban frutos de carnalidad tropical , los colores de la América asomada al Caribe alumbraron  los claroscuros de Rembrandt, donde supo engastar la  pedrería simbolista de Moreau. Los irreales crepúsculos del barroco Matías de Arteaga y el rostro de Rubén Darío también asomaban al espejo de sus lienzos. Dioses paganos y el panteón cristiano, catedrales y pirámides mayas, convergían en esta mirada tan clásica como utópica.


Pintor , filósofo y dramaturgo,  Ycaza fraguó un arte lleno de reminiscencias. Heredero y trasmisor de una cultura, pontífice entre dos continentes, dos realidades artísticas. Buscó la fuente eterna de la que brota el misterio. Sus cuadros guardan los ecos de una liturgia antigua, la pasión volcánica de sus paisajes natales,  el espíritu sagrado que hace de toda obra infinito espejo donde reflejarse nuestra alma. 

E.C.


                                                                         "Homenaje a Rubén Darío" Óleo sobre tela 1991


                                           "El príncipe de los poetas del nuevo mundo"  (detalle)  Óleo sobre tela 1988