Información de Teatro Inactual y artes residuales

sábado, 20 de julio de 2013

Espacios escénicos (II)

Martín Ramírez. La perspectiva desde el túnel

No es un precursor ni un predecesor: es un símbolo. Mientras vivió fue un perfecto desconocido y sólo fue descubierto diez años después de su muerte, en 1970. Ramírez nació en 1885, en Jalisco. No se sabe en qué lugar,probablemente en un pueblo pequeño. Trabajó tal vez en el campo y más tarde en una lavandería; al despuntar el siglo, en plena Revolución de México, medio muerto de hambre, emigró a los Estados Unidos. Como tantos de sus compatriotas fue peón caminero en los ferrocarriles; dejó el trabajo porque empezó a sufrir ofuscaciones y alucinaciones. Aunque es difícil reconstruir sus idas y venidas, se sabe que hacia 1915 dejó de hablar, que vagó varios años sin dirección fija, a ratos trabajando y otros viviendo de la caridad pública, hasta que, en 1930, las autoridades de Los Ángeles lo recogieron en Pershing Square, un lugar de refugio de vagabundos y mendigos. El diagnóstico de los médicos fue sin esperanza: paranoico esquizofrénico incurable. Lo internaron en una institución estatal, el hospital Dewirt, en donde vivió treinta años, hasta su muerte, en I960. 

Ramírez nunca recobró el habla pero hacia 1945 comenzó a dibujar y a colorear con lápiz sus composiciones. Decisión que es la cifra de su situación y la clave de su personalidad artística: renunció a la palabra pero no a expresarse. Dibujaba a espaldas de las autoridades pues los guardianes, para conservar limpias las salas, destruían las obras de los pacientes. Unos pocos años antes de su muerte tuvo la fortuna de ser descubierto por un psiquiatra que se convirtió en su ángel custodio, el doctor Tarmo Pasto. Un día en que el profesor, acompañado de sus discípulos de la Universidad de Sacramento, visitaba el hospital, se le acercó Ramírez y le entregó un rollo de dibujos que llevaba escondido debajo de la camisa.

(Octavio Paz. Los privilegios de la vista I. Arte e identidad: los hispanos de los Estados Unidos.)





Yo araba, salía el sol y araba, se iba el sol y araba a tientas, había días en que ni el sol salía de tanto tener los ojos metidos en la tierra. Un gusano parecía uno. Un gusano de su propia hambre. Royendo su propia vida, escarbando una galería hacia su muerte. La tierra no daba para llenar la barriga, el sol picaba en la espalda encorvada, como pica la sarna, y los piojos, y las pulgas y chinches, y las ladillas, todos los bichos que uno coge en el túnel por el que se llega aquí.

Trabajé en el ferrocarril para poder mandar dinero, trabajé hasta que me echaron, porque ya no había trabajo para los extranjeros, porque a los blancos también se les acaba la comida y venían a escarbar el túnel. De allí, fui más al norte, más hondo, a las mismísimas entrañas de la tierra, fui minero, yo me notaba ya raro en aquel hoyo, como si estuviera escarbando mi tumba con las uñas, me pasaba las noches rascándome aquella llaga que era mi vida con el retrato que me habían enviado de mi hijo.

Sí, todo este es un lugar donde viven los muertos. Tenemos esta fosa donde olvidarnos de la vida. Nadie nos trae flores, ni nos reza, ni nos enciende velas, porque ya no somos muertos recientes, nos vamos pudriendo en la memoria de los otros, cada vez más polvo, cada vez más nada.

Un puente sobre los precipicios, y un tren que lo atraviesa, cruza los túneles  deja atrás la oscuridad y sale a la luz… si me consiguiera betún de los zapatos para pintar eso…


EC.  Fragmentos de  La perspectiva dentro del túnel


No hay comentarios:

Publicar un comentario