Información de Teatro Inactual y artes residuales

sábado, 8 de junio de 2013

Dramatis personae (XI)


Leonardo Alenza. El artista entre esputos o breve reseña del arte español

La suscripción popular libró  sus despojos de alguna de las seis fosas comunes que tenía el cementerio  de Fuencarral. Hasta sus anónimas bocas le arrastró una tuberculosis, enfermedad que en sí certifica su adscripción romántica, cuando tenía 38 años de edad.

Cruzó una época desoladora, que ilustra bien el recorrido de su pintura. De esos cartelones históricos, que se irían perdiendo, cada vez más patinosos, por dependencias de la administración, a las pequeñas pinturas, como el magistral retrato de Peña ,conserje de la Academia, o los suicidas románticos.  De los dibujos costumbristas con puntas de ironía, a estos amargos caprichos, bajo la sombra tutelar de Goya, que guarda el Metropolitan de Nueva York. En resumen del academicismo yerto a un romanticismo enfermizo, truncado por el esputo y la tos, como lo fue el nuestro.


Alenza cruzó la segunda etapa del absolutismo fernandino,  conoció la barbarie de la guerra, la brutalidad de la represión y el cinismo de la censura, la indiferencia y la envidia, curriculum este inexcusable para todo artista español. 

EC







martes, 4 de junio de 2013

Evocación de Fantasmas (II)


Larra.  El enemigo en el espejo.

Una tarde como esta se debió de matar Larra. Unos niños que jugaban en la estrecha calle se asustaron con la detonación del disparo. El tendero de abajo contaba que escuchó caer el cuerpo muerto.”Como si se desplomara un saco” y señalaba entre las vigas. Cuando descubrieron el cadáver olía a pólvora, el cuerpo estaba aun caliente, el espejo aun empañado, algunos papeles emborronados regados por el suelo.

Algunos libros dicen que se mata por un amor imposible, otros que lo hizo ante un espejo. Todos si que  señalan el día13 de Febrero como el de su muerte. Hay una placa en la calle de la Amnistía que recuerda  el hecho. Una esquina, un balcón al que siempre miramos esperando escuchar aun el eco de aquella tragedia...

Debió de ser una de estas tardes, que presienten  ya la primavera, en que  los cambios bruscos de tiempo empañan el cielo, dejándolo color ceniza.

Desde el fondo del espejo, sus ojos  conteniendo las lágrimas le miran. Hace una bola con el papel en el que intentó garabatear  unas frases. Se levanta mientras aquel desconocido le observa, emboscado en los adentros del azogue. Se mira como uno se mira en un sueño, entre perdido y ausente.  Se filtra por las ventanas el griterío de la chiquillería, abajo, en la calle. Se mira las manos y tiembla. Se sostiene la mirada con aquel retador reflejo. Una mueca de soledad  en la luz que agoniza. Abre el cajón y le enseña al espejo la pistola.

Solo permaneció su imagen un momento más que él, asomada al espejo. El tiempo de ver aquel cuerpo regado cuan largo era. Demacrada la tez que sobresalía ahora como una mancha del traje negro. Los botines pesados e inútiles, las manos crispadas. El olor de la pólvora borró al del perfume de la anterior visita. El reflejo de Larra se perdió en el fondo del espejo.

La pistola que llevó a su sien está expuesta en una vitrina del Museo Romántico, en la madrileña calle de San Mateo. Parece mentira que eso, que hoy parece un juguetito obsoleto, pudiera arrancarle la vida a alguien.

EC. 





Leonardo Alenza. Sátiras del suicidio romántico.

domingo, 2 de junio de 2013

Métodos, manuales, prácticas y otras inutilidades (I)



Ejercicios de memorización  


Un reloj descompuesto, varada su única manecilla en las once. Seguirlo como una brújula anclada en el pasado.

Descubrir en el fondo de un cajón unas fotos olvidadas. Reconstruir alrededor de esas imágenes los deseos inconfesables de aquel entonces.

Unos versos adormecidos en unas hojas que amarillean. Buscarle nuevas rimas asonantes.

La luz del Sol entre la arboleda. Los celajes cruzando el cielo… Fijar una ruta ficticia por dónde pasear nuestra nostalgia.

El solar del que fue nuestro colegio. Habitarlo con la cantinela monótona de la  lista de compañeros. Poner falta a los ausentes.

Cerrar los ojos y sentir ladrar a un perro que tuvimos hace años. Tirarle un recuerdo y que corra a recogerlo.

Abrir una habitación vacía, oler el polvo o la humedad. Mirar absorto por  la ventana que  nunca  tuvo.

Buscar rastros de nuestro paso por los libros: pétalos, billetes de tren, tickets de compra, décimos de lotería, sellos, frases subrayadas… calcular la velocidad media a las que olvidamos esas lecturas.

Escuchar una vieja canción en la radio,  filtrada por un tabique.

Ver llorar a un ser querido, más tarde verlo muerto. Resucitar las oraciones que nos enseñaron cuando niño.

Tachar una fecha  en un calendario, esperar pacientemente a que llegue, olvidarla, y así sucesivamente.


(Estas  prácticas se realizaran cada ocho poemas. No se deben administrar sin consultar a sus sueños)






EC. Serie "Los huéspedes del tiempo"