Información de Teatro Inactual y artes residuales

lunes, 28 de mayo de 2012

Espacios escénicos (I)



El manicomio de Ciempozuelos estuvo durante los primeros meses de la guerra en zona controlada por el Gobierno republicano, lo que determinó la marcha de al­gunos médicos y de muchas monjas, y el encarcelamiento de numerosos frailes. Como el frente bélico estaba próxi­mo, las instalaciones del centro fueron bombardeadas va­rias veces por la artillería y la aviación, por lo que murie­ron una veintena de internos, casi doscientos hubieron de ser trasladados a diversos hospitales madrileños y otros más se fugaron. Los que se quedaron hubieron de sufrir los rigores del hambre, del frío y la ausencia de todos los médicos.

Enrique González Duro.    Historia de la locura en España (III)







Antiguo manicomio de Ciempozuelos






sábado, 26 de mayo de 2012

Vanguardias clásicas (II)




Esteve y Ponce. La carcajada del tiempo


En esta corriente heredera de nuestras legítimas vanguardias, emparentadas con el  absurdo, reflejo nítido de nuestras desgracias, pero  con cáusticas acometidas de humor,  que supo combinar la pericia del relojero, con el ingenio callejero,  habría que colocar a Esteve y Ponce.   

Último vértice de nuestra comedia y por tanto descarnadamente existenciales. Es cosa sabida que  la soledad y el dolor son siempre el fondo del que surge la carcajada. En unos títulos memorables, el dúo de Manoteras-Malvarosa, hacía reflexionar a golpe de risa.

ESPOSA.  Tarda en llamarme y ya es demasiado, me quiero morir, es que me quiero morir, pienso que le ha pasado algo, que ha tenido un accidente, ha muerto y está ente­rrado en un cementerio mal iluminado de las afueras, en una caja de pino por donde se cuela la humedad, con gusanitos saliéndole por las fosas nasales. Y yo me pongo enferma. Luego me llama y ya se me pasa. Somos el típi­co matrimonio con sus problemasmonio, sus peleasmo­nio, sus celosmonio y su rutinamonio. (1)

Punzantes, irónicos, gamberros lúcidos, y con gran dominio  del espacio teatral. Basta  recordar los delicados silencios de los Pájaros Fontaneros, con el calendario omnipresente desde el que los dos personajes se asomaban, o la cárcel metálica presidida por el botijo y el abejorreo de un transistor, en los Hermanos Pirracas.


                  Vivimos en la mierda.
                  Nadamos en la mierda.
                  Nos alimentamos de mierda.
                  ¿Me da cuarto y mitad de salami de mierda?
                  ¿El de mierda es ese?
                  ¿Ese de qué es?
                  ¿De cochambre ahumada?
                  Póngame ciento cincuenta de los dos.
                  ¿Qué más?
                  Pastel de lodo. También ciento cincuenta.
                  Paté de diarrea un cuarto.
                  Póngame también tres lomos de moñigo.
                  Nos come la mierda.
                  Todas las expediciones
                  que pretenden coronar la cumbre del Everest,
                  no dejan más que mierda.
                  Por eso me he venido al K-2.
                  Estoy más solo que la una.
                  Se está haciendo de noche. Cae la noche.

Llueven las frases, salpicando sobre la soledad de los personajes, que en realidad monologan con lo que va quedando de ellos mismos, en ese devastarse que es la propia vida, y en ese añico de vida que es la propia obra.  Un juego de verdad al que se entregaban Rafael Ponce  y Gerardo Esteve, que decían desde la epidermis y no desde el renglón aprendido.


CONSTRUCTOR DE LA TORRE. Una vez le dije a mi padre: papá de mayor me gustaría ser agente comercial. ¿y sabéis lo que me respondió? Pero de qué vas si no eres agente y mucho menos comercial. Cuando estaba a punto de morirse intenté tranquilizarle: papá muérete tranquilo, tu hijo ha fracasado.


Quizás esta áspera verdad de la que partían los textos de Ponce, este humor lleno de Mala Leche, esta risa al borde siempre de los abismos del alma, no era lo que esperara la época indolente que les toco cruzar, que solo valoraba la hueca parodia, y no la comicidad en su más honda expresión, la que nos deja desnudos a expensas de la muerte.


         La Verdad está en Inglés



    Los Pájaros Fontaneros






(1). Todos los textos en negrita, del libro de Rafael Ponce "Mala Leche". Ed. Teatres de la Generalitat Valenciana.2003

Vanguardias Clásicas (I)




Contra la modernidad. Elogio de la Vanguardia


Hubo una vanguardia fuera de lo que los cánones y los manuales estipulan como tales.  Posiblemente no pasó a la historia que manejan doctos y grises profesores. Pero rompió de un modo mucho más profundo con lo anquilosado de las estructuras dramáticas que todas esos estériles balbuceos artísticos, que hoy se etiquetan como tales. Estas de las que hablo, supieron romper con los estériles academicismos sin romper con el público, a quien supo trasladar a las nuevas formas que proponía. Es más, muchas de ellas supieron tener éxito, no estaba la masa para picos en el horno ibérico. Aquí, aún ningún estamento daba crédito a los “enfants” terribles, un teatro vacío era unos estómagos vacíos, y no el signo prestigioso de ningún genio. Posiblemente por eso, por contar con el beneplácito del respetable, no se le consideran rompedoras, porque eso de la trasgresión, era sin duda algo que debía epatar con la burguesía, pero aquí habría que preguntarse ¿con que burguesía?  Si aquí, en este páramo mesetario, quien asistía a los estrenos eran los isidros y las manolas, tan propensos al abucheo,  al bostezo o la risotada. Crítica in situ, baremo inmediato de la aceptación, ante las que se fraguaban los autores de la época. No servían entonces aquellos que importaban los  modelos que se decía, hacían furor en el extranjero, que los había entonces como ahora, imitadores del simbolismo que llegaba aquí amanerado, cursi y desvaído.  No eran nuestras recias temperaturas capaces de engendrar en nieblas azules espíritus atormentados, aquí los muertos se nos llenaban enseguida de moscas. Esta vanguardia de la que hablo, tampoco supo de innovaciones estéticas, ¿se imaginan a un futurista bebiendo en un botijo?, pues más o menos eso. Tenían eso sí, en común, un brutal escepticismo, aunque eso no era nuevo, era el nuestro, el de siempre,  que les provocaba una carcajada sombría,  como si saliera de un pozo. El ingenioso collage cerebral del dadaísmo, el juego intelectual de las celebridades surrealistas,   quedaba aquí en la ocurrencia del personaje, con la estructura argumental   en la casa de empeño.  La impronta castiza, a veces tan bárbara como un brochazo de Solana, un capotazo sainetero y avinagrado y una suerte de birlibirloque, de espontaneidad, de azarosa construcción. Nada premeditado. Vida, en estado agónico con frecuencia, pero vida. Desde Jardiel, a según que páginas de  Mihura, hasta llegar al Carlos Muñiz, del magistral El Tintero, salpicando a muchos otros,  una corriente viva se establece. Con sus altas y bajas, como siempre ocurre en esa montaña rusa que es la historia de nuestro arte.  Habría que remontarse, a los entremeses, a todos aquellos interludios jocosos, que liberaban la tensión del drama, para encontrar el hálito de libertad y frescura que emana en esta corriente de la tradición, que a veces fluye con el sosiego clásico, y otra con la turbulencia que llamamos vanguardias, pero que nunca se trunca , que nunca se estanca.


E.C









lunes, 14 de mayo de 2012

Autores contemporáneos (I)





Racine, los desfiladeros del corazón


En un tortuoso paraje, en lo más oscuro del corazón,  encontró Racine la fuente poética. Allí donde un sentimiento absorbe y sumerge, en las aguas estancadas del alma, que cuando se desbordan, son lágrimas turbias de una herida incurable, inconfesable, infinita. Que consume la vida, la agota en la violencia mortal de sus pasiones, arrastrando su destino, sin razón ni voluntad.
Cada palabra nombra y devasta, prende fuego a la sangre, inocula esa crueldad que llamamos amor.


E.C




Todo me aflige, me hiere y se conjura para herirme


Objeto infortunado de la venganza del cielo,
Me aborrezco más aún de lo que tú me detestas.


Mi alma erraba ya al borde de mis labios


¡Oh, tu Venus implacable, que ves hasta dónde me has rebajado!
¿acaso no he sido ya bastante humillada?
Ya no puedes ir más lejos en tu crueldad.
Tu triunfo es total: todas tus flechas han dado en el blanco.
Cruel, si quieres una nueva victoria,
ataca a un enemigo que ofrezca alguna resistencia.


¡Ah! ¡Dolor nunca padecido!
¿A qué nuevo tormento estaba destinada?
Todo lo he sufrido, mis temores , mis ansias,
el furor de mi pasión, el horror de mis remordimientos,
y la insoportable injuria de un rechazo cruel,
no eran más que un débil preludio del tormento que padezco.


La muerte es el único Dios a quien me atrevía a implorar


¿Qué frialdad os invade cuando en mi todo es fuego?
¿Teméis seguir los pasos de un pobre desterrado?

(Jean Racine. Fedra)




Tal es el mundo raciniano: malicia del alma ante toda in­tervención de la voluntad libre, impotencia ante las inquietudes de la sensibilidad carnal, contagio del espíritu por la pasión, violencia espiritual en que el alma entera se vuelve contra sí para hacerse daño y hacer daño a los demás, desesperada búsqueda de un absoluto posible, lucidez perversa que «desemboca» en celos, en deseo de dañar, conciencia de culpabilidad, remordimiento, desierto total y, por último, caída vertiginosamente lúcida en una muerte sin esperanza. 
Es también profundamente humano. Es nosotros mismos.

Charles Moeller. Sabiduría griega y paradoja cristiana.