Información de Teatro Inactual y artes residuales

jueves, 10 de enero de 2013

Homenaje a los malditos (I)



Darío de Regoyos. Un centenario que pasará inadvertido

Bebe  Regoyos hasta los posos aquella negra pócima española, y libera al fin su imaginación, que al parecer  llegó a estar obsesionada hasta el borde de la neurosis. Años después, según refiere Juan de la Encina, el pintor se declaraba orgulloso de haber sabido estar "triste y enfermo". Y Pío Baroja cuenta: "A mí me llevó a su casa el primer día de conocernos ; entonces vivía en Ategorrieta, cerca de San Sebastián, y me enseñó sus cuadros. Había algunos impresionistas  muy bonitos; pero había otros sombríos; él decía de su época de neurasténico y que no los quería enseñar a nadie. A mí me los enseñó; uno era una visita de duelo , y el otro un cadáver de un militar dentro de un ataúd, en medio de una  estación de tren. Eran cuadros muy curiosos y muy tétricos. Al mostrarlos, Regoyos se reía como un loco"

Pero Regoyos tuvo mala suerte en vida, y sigue teniéndola póstumamente. Tal vez el ambiente artístico del Madrid de entonces tuviera una constitución demasiado sólida tal vez  Regoyos fuera demasiado desdeñoso o inhábil: el caso es que ningún éxito le asistió en vida, salvo la simpatía de algunos escritores, o de algún círculo de artistas en sus últimos años en Barcelona. Luego, Otras formas más convulsivas de novedad han distraído la atención de las gentes. El resultado de todo ello es que todavía hoy Regoyos es mucho menos conocido  de lo que su grandeza exige, que su obra se encuentra exiguamente representada en los museos, y que no existe estudios ni remotamente adecuados sobre su figura. 

Gabriel Ferrater. Sobre Pintura. Seix Barral. Barcelona. 1981






martes, 8 de enero de 2013

Dramatis personae (VIII)


Graciela Iturbide:  Mirada sin salida


Alrededor de la muerte se espesan las sombras,   los objetos ennegrecen y la gravedad ahonda su definitiva inercia.  Porque no solo muere lo animado, también lo hacen las cosas, aunque no todos sepan verlo.  Se necesitan miradas como esta para saber hasta dónde alcanza su hálito espantable. No solo en las fotografías en que la vida desgarrada de su misterio se expresa  con toda su  brutal contundencia:  Gallinas decapitadas,  el volar de siluetas negras,  rebaños sacrificados empapando la tierra con su sangre…
Lo que más me conmociona de Graciela Iturbide son esas imágenes en que los ojos no encuentran salida: herrumbrosos  grifos de un baño  hace décadas clausurado, donde el tiempo, macabro,  guardó la pierna ortopédica, las muletas, el corsé de la muerta.  (En este caso de Frida Khalo)  Todo queda entonces  inmóvil, objetos donde el tiempo se estanca y perece. Solo las iguanas se deslizan desde la mirada hacia lo más oscuro de los sueños.

EC







Graciela Iturbide, de la serie El Baño de Frida, Coyoacán 2006