Arribo de Rachmaninov
a la isla de los muertos.
Solo encuentro alivio a este dolor terrible, tocando el
piano. Es un dolor que siento llegar al abrir los ojos, cada mañana, un dolor
lleno de ruido, que me asola y acaba con el silencio que necesito para
componer… En mi vida siempre me faltó el
silencio, en mis primeros recuerdos están los gritos de mis padres discutiendo por las
dificultades económicas, los gritos de mis profesores del conservatorio amenazándome
con expulsarme. Siempre el ruido, aturdiéndome desde la memoria: el llanto de mi madre cuando murió mi hermana Sofia, los
rebuznos de los críticos con mi primera sinfonía, el estallido de la revolución,
los trenes del exilio, el ajetreo de las ciudades, los efímeros aplausos … la punzada de la neuralgia que taladraba mi
sien, y ahora esta tos que me va arrancando los pulmones… tanto ruido
… ¿dónde encontrar el descanso?… ya abatido por la vida busqué un jardín
que me recordara mi primera infancia, y aunque esta luz era tan distinta,
imaginaba aún a mis hermanos, jugando al escondite, detrás de cada árbol; yo corría tras ellos por mis recuerdos, los busqué como entonces, en lo más frondoso de la arboleda, pero era la muerte quien me
esperaba emboscada. Lo supe por el silencio. Sí, ese silencio, el necesario para
componer, el que había buscado toda mi vida, al fin lo sentía: Lo comprendí,
había arribado a la isla de los muertos…
EC.
EC.
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