Esteve y Ponce. La carcajada del tiempo
En esta corriente heredera de
nuestras legítimas vanguardias, emparentadas con el absurdo, reflejo nítido de nuestras desgracias,
pero con cáusticas acometidas de humor, que supo combinar la pericia del relojero,
con el ingenio callejero, habría que
colocar a Esteve y Ponce.
Último vértice de nuestra comedia
y por tanto descarnadamente existenciales. Es cosa sabida que la soledad y el dolor son siempre el fondo del
que surge la carcajada. En unos títulos memorables, el dúo de Manoteras-Malvarosa,
hacía reflexionar a golpe de risa.
ESPOSA.
Tarda en llamarme y ya es demasiado, me quiero morir, es que
me quiero morir, pienso que le ha pasado algo, que ha tenido un accidente, ha
muerto y está enterrado en un cementerio mal iluminado
de las afueras, en una caja de pino por donde se cuela la humedad, con
gusanitos saliéndole por las fosas nasales. Y yo me pongo enferma. Luego me
llama y ya se me pasa. Somos el típico
matrimonio con sus problemasmonio, sus peleasmonio, sus celosmonio y su rutinamonio. (1)
Punzantes, irónicos, gamberros lúcidos,
y con gran dominio del espacio teatral. Basta
recordar los delicados silencios de los Pájaros Fontaneros, con el
calendario omnipresente desde el que los dos personajes se asomaban, o la cárcel
metálica presidida por el botijo y el abejorreo de un transistor, en los Hermanos Pirracas.
Vivimos en la mierda.
Nadamos en la mierda.
Nos alimentamos de mierda.
¿Me da cuarto y mitad de salami de mierda?
¿El de mierda es ese?
¿Ese de qué es?
¿De cochambre ahumada?
Póngame ciento cincuenta de los dos.
¿Qué más?
Pastel de lodo. También ciento cincuenta.
Paté de diarrea un cuarto.
Póngame también tres lomos de moñigo.
Nos come la mierda.
Todas las expediciones
que pretenden coronar la cumbre del Everest,
no dejan más que mierda.
Por eso me he venido al K-2.
Estoy más solo que la una.
Se
está haciendo de noche. Cae la noche.
Llueven las
frases, salpicando sobre la soledad de los personajes, que en realidad
monologan con lo que va quedando de ellos mismos, en ese devastarse que es la
propia vida, y en ese añico de vida que es la propia obra. Un juego de verdad al que se entregaban Rafael
Ponce y Gerardo Esteve, que decían
desde la epidermis y no desde el renglón aprendido.
CONSTRUCTOR
DE LA TORRE. Una
vez le dije a mi padre: papá de mayor me gustaría ser agente comercial. ¿y sabéis lo que me respondió? Pero de qué vas si tú no eres agente y mucho menos
comercial. Cuando estaba a punto de morirse intenté tranquilizarle: papá
muérete tranquilo, tu hijo ha fracasado.
Quizás esta áspera verdad de la
que partían los textos de Ponce, este humor lleno de Mala Leche, esta risa al borde siempre de los abismos del alma, no era lo que esperara la época indolente
que les toco cruzar, que solo valoraba la hueca parodia, y no la comicidad en
su más honda expresión, la que nos deja desnudos a expensas de la muerte.
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Los Pájaros Fontaneros
(1). Todos los textos en negrita, del libro de Rafael Ponce "Mala Leche". Ed. Teatres de la Generalitat Valenciana.2003
Lo que pude disfrutar con aquellos pájaros fontaneros en la Cuarta Pared. Creo que han pasado 15 años...
ResponderEliminarHe visto bastante teatro y nada tiene la contención, el exceso, la precisión y frescura de aquellas aves verborreicamente poetas.
Me sorprendo soñando despierto con aquello una y otra vez.