Información de Teatro Inactual y artes residuales

sábado, 26 de mayo de 2012

Vanguardias Clásicas (I)




Contra la modernidad. Elogio de la Vanguardia


Hubo una vanguardia fuera de lo que los cánones y los manuales estipulan como tales.  Posiblemente no pasó a la historia que manejan doctos y grises profesores. Pero rompió de un modo mucho más profundo con lo anquilosado de las estructuras dramáticas que todas esos estériles balbuceos artísticos, que hoy se etiquetan como tales. Estas de las que hablo, supieron romper con los estériles academicismos sin romper con el público, a quien supo trasladar a las nuevas formas que proponía. Es más, muchas de ellas supieron tener éxito, no estaba la masa para picos en el horno ibérico. Aquí, aún ningún estamento daba crédito a los “enfants” terribles, un teatro vacío era unos estómagos vacíos, y no el signo prestigioso de ningún genio. Posiblemente por eso, por contar con el beneplácito del respetable, no se le consideran rompedoras, porque eso de la trasgresión, era sin duda algo que debía epatar con la burguesía, pero aquí habría que preguntarse ¿con que burguesía?  Si aquí, en este páramo mesetario, quien asistía a los estrenos eran los isidros y las manolas, tan propensos al abucheo,  al bostezo o la risotada. Crítica in situ, baremo inmediato de la aceptación, ante las que se fraguaban los autores de la época. No servían entonces aquellos que importaban los  modelos que se decía, hacían furor en el extranjero, que los había entonces como ahora, imitadores del simbolismo que llegaba aquí amanerado, cursi y desvaído.  No eran nuestras recias temperaturas capaces de engendrar en nieblas azules espíritus atormentados, aquí los muertos se nos llenaban enseguida de moscas. Esta vanguardia de la que hablo, tampoco supo de innovaciones estéticas, ¿se imaginan a un futurista bebiendo en un botijo?, pues más o menos eso. Tenían eso sí, en común, un brutal escepticismo, aunque eso no era nuevo, era el nuestro, el de siempre,  que les provocaba una carcajada sombría,  como si saliera de un pozo. El ingenioso collage cerebral del dadaísmo, el juego intelectual de las celebridades surrealistas,   quedaba aquí en la ocurrencia del personaje, con la estructura argumental   en la casa de empeño.  La impronta castiza, a veces tan bárbara como un brochazo de Solana, un capotazo sainetero y avinagrado y una suerte de birlibirloque, de espontaneidad, de azarosa construcción. Nada premeditado. Vida, en estado agónico con frecuencia, pero vida. Desde Jardiel, a según que páginas de  Mihura, hasta llegar al Carlos Muñiz, del magistral El Tintero, salpicando a muchos otros,  una corriente viva se establece. Con sus altas y bajas, como siempre ocurre en esa montaña rusa que es la historia de nuestro arte.  Habría que remontarse, a los entremeses, a todos aquellos interludios jocosos, que liberaban la tensión del drama, para encontrar el hálito de libertad y frescura que emana en esta corriente de la tradición, que a veces fluye con el sosiego clásico, y otra con la turbulencia que llamamos vanguardias, pero que nunca se trunca , que nunca se estanca.


E.C









No hay comentarios:

Publicar un comentario