Clausurado recinto del difunto, dónde todo se dejó tal como quedó, son estas vidas. Resucitadas a la muerte, a sus infinitas fronteras de silencio. En esa eternidad desnuda, sin cielo ni infierno.
En sus ojos permaneció intacta la mirada, inmune al polvo o la humedad. El corazón se petrificó en el tiempo, sellándolo el lazo morado con las letras doradas, del No te Olvidan. Se le siente el aliento marchito de masticar coronas secas.
Fotografías extraviadas en el fondo de un cajón, todos permanecen quietos pero sin reposo. Embalsamadas sus pasiones y deseos. Guardan el secreto del Apocalipsis en sus gargantas, ese grito que los despierte de su mal sueño.
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