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lunes, 12 de marzo de 2012

Dramatis personae (I)


Diane Arbus. Las cicatrices del ángel

La obra de todo artista acaba siendo siempre su autorretrato. Por la obra de Diane Arbus asoma su mirada áspera como un desinfectante, el dolor entre barbitúricos, los manotazos del naufrago entre multitudes. La gama de todos los cielos grises , cubiertos de miedo.

Nacida en la ciudad de los  rascacielos se interesó por los enanos. A  fuerza de retratar modelos se inclinó por lo deforme. La educación de judía ortodoxa le llevó a buscar entre las remendadas lonas de  circos errantes. Toda su vida está cruzada por estos contrastes, cicatrizada con estas imágenes.

Hay algo insanamente familiar en ellas, un secreto que todos sabemos y nadie confiesa, un déjà vu revelado. No capta el movimiento, lo diseca en blanco y negro, y sin embargo escuchamos el débil latido de la criatura solitaria, sin ningún candor, inerme y terrible, despojada de belleza.

Más brutales que inquietantes, mas sucia de prosa que perfumada con poesía.  Sus personajes nos miran desafiantes en su diferencia. Circundando un universo extraño, sombrío, la periferia del american way of life, para llegar a los confines de la demencia.

Regresaba del psiquiátrico de noche, por un camino oscuro y apartado,  su cámara cuadrada se guardaba aquellos espejos rotos entre los límites de la realidad y la pesadilla.

Aquel camino que recorrió durante dos años no podía dar sino al precipicio de su propio destino: Una muerte sórdida en su bañera teñida con sangre.

Esta colección de fotografías se quedó sin título, es un álbum que cerró la muerte.




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