El teatro debe ser, antes que nada, un deleite espiritual, una educación del gusto: por eso hallo admirable la costumbre moderna de apagar las luces de la sala cuando se alza el telón, pues la oscuridad exalta la atención, por eso también soy enemigo de que el escenario contenga nada, absolutamente nada más que lo necesario para vestir adecuadamente el pensamiento de la obra, no olvidemos que todo lo que hay allí (atrezzo, tramoya, actores) no son mas que fragmentos triviales , inconcientes, de un supremo ideal que pasajeramente se hizo carne.
Carlos Leveque
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