La calidad de la misericordia
(Reflexiones sobre Shakespeare)
Peter Brook
Ediciones La Pajarita de Papel
¡Están tan llenos los
escenarios de obras que de Shakespeare solo tienen el título! Desde los
petrificados decorados estatales hasta las adaptaciones al modo ruidoso de la época,
donde el discurso ahoga el mensaje. Todo
lo contrario que en Shakespeare, que nunca juzga, solo muestra los conflictos
humanos, la fuente esencial del arte teatral, la rivalidad mimética que diría
René Girard, percatándose de que esa tensión,
ese fuego de pasiones enfrentadas, era el verdadero nervio que recorría la
creación dramática, y que era ese conflicto el que diferenciaba al teatro radicalmente de cualquier otro arte. En nadie como en
Shakespeare esa llama se propagó por todos
los sentimientos, todas las pasiones, encarnando en unos destinos donde alumbran
y se consumen. Su gran lección es ese desaparecer
en sus personajes. Son ellos y nunca su autor quienes nos dirigen la palabra.
Esto no solo hace que al abrir sus libros nos siga retando la mirada colérica
de Lear, que el cráneo de Yorick hasta nuestros pies salga rodando, y que las rosas de Ofelia
guarden sus espinas ¡ay! intactas… sino que en cualquier obra posterior, toda
situación, todo personaje que deambule por la historia del teatro, guarde un
resplandor o una sombra de esa llama.
Agitada en ese pabilo, esta
lectura deja constancia de una larga aventura, y contagia una pasión, la que
nos lleva del misterio al milagro, la que cruza del libreto al escenario.
(Del prólogo de Eusebio Calonge)
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