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martes, 4 de junio de 2013

Evocación de Fantasmas (II)


Larra.  El enemigo en el espejo.

Una tarde como esta se debió de matar Larra. Unos niños que jugaban en la estrecha calle se asustaron con la detonación del disparo. El tendero de abajo contaba que escuchó caer el cuerpo muerto.”Como si se desplomara un saco” y señalaba entre las vigas. Cuando descubrieron el cadáver olía a pólvora, el cuerpo estaba aun caliente, el espejo aun empañado, algunos papeles emborronados regados por el suelo.

Algunos libros dicen que se mata por un amor imposible, otros que lo hizo ante un espejo. Todos si que  señalan el día13 de Febrero como el de su muerte. Hay una placa en la calle de la Amnistía que recuerda  el hecho. Una esquina, un balcón al que siempre miramos esperando escuchar aun el eco de aquella tragedia...

Debió de ser una de estas tardes, que presienten  ya la primavera, en que  los cambios bruscos de tiempo empañan el cielo, dejándolo color ceniza.

Desde el fondo del espejo, sus ojos  conteniendo las lágrimas le miran. Hace una bola con el papel en el que intentó garabatear  unas frases. Se levanta mientras aquel desconocido le observa, emboscado en los adentros del azogue. Se mira como uno se mira en un sueño, entre perdido y ausente.  Se filtra por las ventanas el griterío de la chiquillería, abajo, en la calle. Se mira las manos y tiembla. Se sostiene la mirada con aquel retador reflejo. Una mueca de soledad  en la luz que agoniza. Abre el cajón y le enseña al espejo la pistola.

Solo permaneció su imagen un momento más que él, asomada al espejo. El tiempo de ver aquel cuerpo regado cuan largo era. Demacrada la tez que sobresalía ahora como una mancha del traje negro. Los botines pesados e inútiles, las manos crispadas. El olor de la pólvora borró al del perfume de la anterior visita. El reflejo de Larra se perdió en el fondo del espejo.

La pistola que llevó a su sien está expuesta en una vitrina del Museo Romántico, en la madrileña calle de San Mateo. Parece mentira que eso, que hoy parece un juguetito obsoleto, pudiera arrancarle la vida a alguien.

EC. 





Leonardo Alenza. Sátiras del suicidio romántico.

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