Información de Teatro Inactual y artes residuales

lunes, 23 de enero de 2012

Articulos de rabiosa actualidad sobre nuestro teatro (II)


Hubo una época en que algunos jóvenes, mal instruidos en sus primeros estudios, sin conocimiento ­de la antigua literatura, ignorantes de su propio idioma, negándose al estudio de nuestros versificado­res y prosistas (que despreciaron sin leerlos), creyeron hallar en las obras extranjeras toda la instrucción que necesitaban para satisfacer su impaciente deseo de ser autores. Hiciéronse poetas y alteraron sintaxis y propiedad de su lengua, creyéndola pobre  porque ni la conocían, ni la quisieron aprender; sustituyeron a la frase y giro poético que le es peculiar­, locuciones peregrinas e inadmisibles; quitaron a las palabras su acepción legítima, o las dieron la que tienen en otros idiomas; inventaron a su placer, sin necesidad ni acierto, voces extravagantes que nada significan, formando un lenguaje oscuro y bárba­ro, compuesto de arcaísmos, de galicismo s y de neologismos ridículos. Esta novedad halló imitadores y el daño se propagó con funesta celeridad.

Leandro Fernández de Moratín

domingo, 22 de enero de 2012

Articulos de rabiosa actualidad sobre nuestro teatro.


Un público indiferente á las bellezas, heredero de una edu­cación general mal entendida é instruído superficialmente, es el primer eslabón de esta miserable cadena. Cuando los poe­tas ven al público aplaudir dramas execrables, no sospechar siquiera la existencia de bellezas positivas, que tantas vigilias le han costado, no tarda en sucumbir y en repetir con Lope de Vega:

Puesto que el vulgo es quien las paga, es justo
Hablarle en necio para darle gusto.

Los hombres no son más que hombres, y sería mucho exi­gir de la débil humanidad querer encontrar siempre en cada hombre un héroe dispuesto á sacrificar los aplausos justos ó injustos, al deseo de agradar á media docena de literatos cuya aprobación de gabinete no mete ruido. Cuando los poetas ven que falta en el auditorio ese orgullo nacional, capaz de hacer milagros donde quiera que exista; cuando oye aplaudir indistintamente las mezquinas traducciones extrañas á nuestras costumbres, y preferirlas acaso á las obras originales; cuando las ve pagar con tan poca diferencia, ¿qué mucho que no se canse en correr en pos de la perfección? ¡Cuánto más fácil es traducir en una semana una comedia que hacerla original en medio año! ¿ Por qué ha de emplear tanto tiempo, tantos afanes por conseguir aquel mismo premio que en menos tiem­po y con menos trabajo puede alcanzar? De aquí las misera­bles traducciones, de aquí la expulsión del buen género para hacer lugar al género charlatán que deslumbra con fáciles y sorprendentes golpes de teatro. De aquí la ausencia de caracteres, de pasiones y de virtudes, para sustituirles esos traido­res falsos y eternos que hacen el mal para buscar efecto, esos crímenes no justificados, y esos vicios asquerosos pintados de una manera todavía más asquerosa.

Mariano José de Larra

sábado, 14 de enero de 2012

Disquisiciones escénicas y otras vaguedades (X)


De lo versátil

El afamado actor nunca interpretó un personaje
solo distintas recreaciones de si mismo.

Disquisiciones escénicas y otras vaguedades (IX)



Del literato dramático

Expresaba nítidamente
que no tenía nada que decir

Disquisiciones escénicas y otras vaguedades (VIII)


De los clásicos

Todos los profesores coincidían en que aquello era un acontecimiento histórico,
lástima que el tiempo les llevara la contraria.

Disquisiciones escénicas y otras vaguedades (VII)



De los nuevos medios

Avanzó tanto técnicamente
que regresó al teatro de autómatas

Disquisiciones escénicas y otras vaguedades (VI)



Del argumento

Estaba tan perfectamente acabado
que servía a los personajes como panteón

Disquisiciones escénicas y otras vaguedades (V)


Del panfletario.

Quería un mundo mejor
pero con su teatro solo logró empeorarlo.

Disquisiciones escénicas y otras vaguedades (IV)



Del productor.

Cuando hablaba de público
quería decir taquilla

Disquisiciones escénicas y otras vaguedades (III)



Del monológo exterior.

El soberbio actor no consentía en que le pisaran su texto.
Tanto empeño puso en ello, que se quedó hablando solo.

Disquisiciones escénicas y otras vaguedades (II)


De la gloria.

Llegó tan lejos que nunca supo donde estaba.

Disquisiciones escénicas y otras vaguedades (I)

 
 
Dijo el insigne autor:

"A mi no se me toca una coma"

Y así fué. Todo quedó tal como quería en el certificado de defunción de su obra.