El Viajero y su Sombra
Eugenio Montes
Ed. Cultura Española. Madrid 1940
Así nació la tragedia, ante una
tumba y en torno a un cuerpo lívido que ya se va a comer la tierra. Una tumba
es un límite y es, a la par, un misterio. De límites y misterios vive y sufre la gran
hermosura de todo arte trágico, con un vivir que es un morir entre sollozos. Y
si se niegan los límites y se ignora el misterio entonces podrá haber drama ,
porque la vida es dramática , aun en sus dimensiones menos profundas, pero no
tragedia de acento noble.
Cuando no hay teología, no hay
tragedia. Hay , a lo sumo, drama , teatro psicológico, análisis de pasiones, de
pasiones que nadie padece ni compadece, porque no se concibe la compasión sin unidad
de sentimiento y destino. Faltan entonces misterios y certezas unánimes. Le falta
coro al héroe, por la ausencia de vínculos que liguen y religuen protagonista y
pueblo.
Esa incapacidad de la época
moderna para la tragedia, para la representación de estilo a la vez noble y
popular , corresponde al eclipse de la liturgia. Tantas y tantas preguntas periodísticas
sobre la causa de la decadencia del teatro, tantos cientos y miles de artículos
banales, y ni una sola voz dando la réplica profunda. Y ni una sola voz
diciendo lo que hay que decir. Esto: el teatro decae cuando decae el sentido religioso, porque en su más honda entraña toda representación trágica es liturgia y rito.
El pueblo ya no es pueblo , sino
esa miseria a la que llaman público. Y a la que se echan abyecciones y bazofia. El “teatro popular” , el que se
adapta al público , es tan malo como el otro, el de los selectos, que no se
adapta. Porque tampoco estos – estetas de todo los pelajes- han logrado nada.
Claro, quieren hacer “teatro de arte” , con escrúpulos y conciencia. Sí , pero
con conciencia meramente artística. Y la gran belleza trágica no ha nacido de
preocupaciones artísticas , sino de angustias religiosas.
(Del Capítulo : Pasión de Oberammergau)