El escenario, frío, oliendo a engrudo;
desde la concha del apuntador
sale un ron-ron monótono de embudo,
sobre el que hace equilibrios un actor.
declama el barba, trágico y ventrudo,
¡y no ha sabido nunca el buen señorque su mujer lo tiene más cornudo!...
Como la escena va quedando a oscuras,
encienden una diabla. Las pinturasde un telón, aparecen de relieve...
Y mientras unos fuman cigarrillos
y otros comentas chismes en corillos,
miro una bambalina que se mueve...
Pedro Sienna. Mendoza. Julio, 1915
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