"Pero las modas pasan de moda y es el Arte el que vence al espacio y el tiempo”
Alberto Ycaza. Imágenes de la memoria
El espejo llegó en una vieja embarcación
española, atravesó umbrosas selvas, caudalosos remansos, la espesura de los
sueños. Cruzó las empedradas calles de una ciudad colonial que se erigía en el
horizonte, hasta que fue colgado presidiendo
el sombrío salón del palacete. Unas
décadas después, tras la muerte de sus
dueños todo quedó clausurado. Solo los fantasmas de otra época asomaban a él su rostro, como si lo
hiciesen al fondo de un pozo.
Pasados los siglos el nicaragüense
Alberto Ycaza (León 1945-San José 2002), abrió las
ventanas de aquella estancia ruinosa. La luz del trópico volvió a sacar destellos
del bruñido marco, inundó de fulgores vivos el rancio barroco que lo
encuadraba. Solo esta alma aristócrata, supo
sumergirse de nuevo en la travesía onírica entre dos mundos, contemplar el
fondo de ese espejo olvidado, abismarse
hasta donde brotan sus imágenes.
Descubrió allí los símbolos
atesorados por el tiempo, la orfebrería del pensamiento tras el
cortinajes de los siglos, y los tomó como botín. No las piezas de museo, sino el espíritu vivo
de la pintura. Las trajo con sus pinceles hasta nuestro presente eterno.
Arraigo y tradición a la que supo dar originales
matices propios. En los dorados bizantinos volaba el Quetzal, como una alegoría
del Nuevo Mundo. En las brumas
renacentistas se abigarraban frutos de carnalidad tropical , los colores de la América asomada al Caribe alumbraron los claroscuros de Rembrandt, donde supo engastar
la pedrería simbolista de Moreau. Los
irreales crepúsculos del barroco Matías de Arteaga y el rostro de Rubén Darío también
asomaban al espejo de sus lienzos. Dioses paganos y el panteón cristiano,
catedrales y pirámides mayas, convergían en esta mirada tan clásica como
utópica.
Pintor , filósofo y dramaturgo, Ycaza fraguó un arte lleno de reminiscencias. Heredero y trasmisor de una
cultura, pontífice entre dos continentes, dos realidades artísticas. Buscó la
fuente eterna de la que brota el misterio. Sus cuadros guardan los ecos de una
liturgia antigua, la pasión volcánica de sus paisajes natales, el espíritu sagrado que hace de toda obra
infinito espejo donde reflejarse nuestra alma.
E.C.
"Homenaje a Rubén Darío" Óleo sobre tela 1991
"El príncipe de los poetas del nuevo mundo" (detalle) Óleo sobre tela 1988